27 de junio de 2024
BOLIVIA: Fallida insurrección militar
La imagen de los militares entrando por la fuerza al Palacio Quemado recorrieron el mundo y sembraron confusión en Bolivia. El frustrado putsch de una facción del Ejército, en medio del rechazo nacional e internacional, se da en el marco de la erosión de la gestión de Luis Arce producto, en gran medida, de las guerras intestinas en el Movimiento al Socialismo (MAS). Pese a su rápido fracaso, la rebelión militar tendrá consecuencias políticas.
Nueva sociedad Pablo Stefanoni
Imagen: Nueva sociedad
Los tanques en la Plaza Murillo terminaron siendo una especie de farsa que podría haber derivado en tragedia, en un clima político crecientemente deteriorado por las disputas en el interior del Movimiento al Socialismo (MAS), hoy fracturado en dos alas: evistas y arcistas. En la tarde del miércoles 26 de junio el comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga -quien había sido destituido el martes en la noche pero se negaba a reconocer la decisión presidencial- ocupó esa emblemática plaza con tanquetas. Utilizó incluso una de ellas para abrir por la fuerza la puerta del Palacio Quemado (Nota CENAE: La actual sede de gobierno, donde se gobierna, valga la redundancia, donde quedan las oficinas del Ejecutivo y del Presidente de la República está en la calle Potosí, pequeño detalle significativo, así, la tanqueta derrumbó la puerta equivocada), es decir, en otro sitio, la antigua sede del gobierno hoy compartida con la aledaña Casa Grande del Pueblo. La confusión sobre las intenciones y las estrategias en juego reinó durante casi toda la asonada, mientras varios ministros colocaban muebles para evitar el ingreso de los uniformados.
La tensión había ido escalando luego de que el general Zúñiga se refiriera a la imposibilidad del ex-presidente Evo Morales de volver a presentarse a las elecciones presidenciales (Nota CENAE: ¿Acaso verdadero objetivo del 'intento golpista') y respondiera a varias de sus acusaciones tildándolo de «mitómano». En una entrevista con el programa local No Mentirás del 24 de junio, el jefe castrense dijo que «legalmente Evo Morales está inhabilitado. La CPE [Constitución Política del Estado] dice que no puede ser más de dos gestiones, y el señor fue reelegido. El Ejército y las Fuerzas Armadas tienen la misión de hacer respetar y cumplir la CPE. Ese señor no puede volver a ser presidente de este país».
Zúñiga se refería a un polémico fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) que, en una sentencia sobre otra cuestión, incluyó una forzada interpretación de la Constitución de 2009 que dejaría afuera de la carrera presidencial al tres veces presidente. La Constitución señala que solo son posibles dos mandatos consecutivos, pero el tribunal «interpretó» que son dos en total -consecutivos o no-, lo que fue presentado por Morales como un intento de proscripción política por parte de la «derecha endógena», en el marco de lo que denominó un «plan negro» para sacarlo del juego político, orquestado, según él, por los ministros de Justicia, Iván Lima, y de Gobierno, Eduardo del Castillo.
Las declaraciones amenazantes de Zúñiga, nombrado comandante del Ejército a fines de 2022 por el presidente Luis Arce Catacora, enervaron al ex-presidente y al evismo, que comenzó a hablar de un «autogolpe» en ciernes. «El tipo de amenazas hechas por el comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga, nunca se dieron en democracia. Si no son desautorizadas por el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas [Luis Arce] se comprobará que lo que en verdad están organizando es un autogolpe», denunció Morales en su cuenta de X, desde donde critica a diario al gobierno de Arce, al que considera un traidor al llamado «Proceso de cambio».
Pero no fue solo el ex-presidente. Las amenazas de Zúñiga violaban los reglamentos militares y la Constitución, lo que explica la decisión de Arce de destituirlo. Pero esto fue considerado por el jefe militar como una expresión de «desprecio» pese a su lealtad al presidente. El miércoles, 26 de junio, según informó el diario El Deber, fue citado para ser relevado formalmente, pero llegó a la Plaza Murillo con blindados y soldados encapuchados. Y el país asistió a un general actuando como «movimiento social», lo que en los hechos constituye un golpe de Estado, increpando cara a cara al presidente Arce tras ingresar por la fuerza al Palacio Quemado, mientras los colaboradores del presidente le gritaban golpista y le exigían a gritos que retirara a los uniformados.
El aislamiento de Zúñiga, sin apoyo político ni social, explica posiblemente su intento de darle un contenido político a su rebelión: dijo que iba a liberar a «presos políticos» como la ex-presidenta Jeanine Áñez y el ex-gobernador de Santa Cruz Fernando Camacho y que iba a restaurar la democracia. «Una elite se ha hecho cargo del país, vándalos que han destruido al país», arengó a las puertas de su vehículo blindado, frente al Palacio Quemado y el Parlamento. Su argumento de que «las Fuerzas Armadas pretenden reestructurar la democracia, [para] que sea una verdadera democracia, no de unos dueños que ya están 30 y 40 años en el poder» cayó en saco roto. La reacción interna y externa fue contundente. Hasta opositores actualmente en prisión como Áñez y Camacho condenaron la acción militar. También lo hicieron los ex-presidentes Carlos D. Mesa y Jorge «Tuto» Quiroga. Fuera del país, mandatarios de diverso signo ideológico -salvo el argentino Javier Milei, que lo dejó en manos de su canciller- llamaron a defender las instituciones y condenaron a los sublevados.
Entretanto, organizaciones matrices como la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) o la Central Obrera Boliviana (COB), al igual que Evo Morales, que sigue siendo el líder de los sindicatos de cultivadores de coca del Chapare en Cochabamba (tiene allí sus oficinas y su emprendimiento de piscicultura), convocaron a la huelga general, el bloqueo de caminos y una gran marcha hacia La Paz.
Arce, por su lado, dio un breve discurso, llamando también a la movilización, en medio de conatos de enfrentamientos en la Plaza Murillo, donde los manifestantes eran expulsados con gases lacrimógenos. Y se dispuso a nombrar un nuevo mando militar en las tres fuerzas.
Sin rebelión en los cuarteles militares ni policiales, la cuerda de Zúñiga para mantener el levantamiento y lograr quedarse en su puesto por la fuerza se iba acabando. Involucrado en al menos un caso de desvío de fondos -del pago del bono Juancito Pinto, en manos de militares- durante el gobierno de Evo Morales, y sin un gran desempeño en su carrera, este militar era considerado muy cercano a Arce y parece haber reaccionado de manera impulsiva. Su retirada de la Plaza Murillo se pareció a una desbandada, con manifestantes persiguiendo a los soldados rezagados.
Tras ser detenido, junto al vicealmirante Juan Arnez, ex-comandante de la Armada, Zúñiga dijo que había actuado por orden del presidente: «El presidente [Arce] me dijo la 'situación está muy jodida, es necesario preparar algo para levantar mi popularidad'». Eso dejó una granada activada para los próximos días. La idea de un autogolpe stricto sensu parece desmentida por el propio hilo de los acontecimientos -¿cuál era exactamente el plan?-, que se parecen más a una sucesión de hechos descarrilados en el marco de una fuerte erosión de la institucionalidad -y de la gestión del oficialismo-, producto en gran medida del enfrentamiento en el interior del MAS.
Luego de su vuelta al poder en diciembre de 2020 de la mano de Luis Arce, el candidato elegido por Morales desde su exilio en Argentina, las relaciones entre el ex-presidente y su ministro de economía durante más de una década se desgastaron rápidamente y terminaron en una disputa abierta por el poder. Arce, quien al parecer se había comprometido a no competir por la reelección en 2025, decidió luego que sí buscará un segundo mandato; y Evo Morales, que intentó una reelección tras otra, sin reparar en la letra y el espíritu de la nueva Carta Magna, considera que fue destituido por un golpe de Estado en 2019 y que tiene el derecho de competir nuevamente por la presidencia. Esa disputa tiene paralizada a la Asamblea Legislativa, en un contexto económico que hoy tiene poco que ver con los años del auge económico pre-2019.
La escasez de dólares y combustibles deja ver un agotamiento del modelo aplicado desde 2006, cuando Evo Morales fue elegido como el primer presidente indígena de Bolivia y, en medio de una espectacular épica política, dio inicio a la «Revolución democrática y cultural», que en el plano económico desplegó un «populismo prudente» muy pendiente de no aumentar el déficit fiscal y acumular reservas de divisas récord en el Banco Central.
El propio Arce reconoció hace poco que la situación del diésel era «patética» y ordenó la militarización del sistema de provisión de combustibles, con el objetivo de evitar el contrabando a los países vecinos de diésel subsidiado por el Estado boliviano. La crisis económica afecta muy especialmente a Arce, quien, sin gran carisma, construyó su legitimidad como el ministro del «milagro económico». En el plano político, la pinza entre el Poder Ejecutivo y el Judicial ha debilitado al Poder Legislativo, cuya mayoría se divide también en arcistas y evistas, y cada bando acusa al otro de «hacerle el juego a la derecha». También se han prolongado los mandatos de las autoridades judiciales, lo que es denunciado a diario por los evistas.
El presidente del senado, Andrónico Rodríguez, un sindicalista cocalero formado por Evo Morales como una suerte de sucesor, tuiteó tras el repliegue de los militares: «De magistrados autoprorrogados a un supuesto golpe o autogolpe, el pueblo boliviano se hunde en la incertidumbre. Este desorden institucional, donde las autoridades extienden ilegalmente sus mandatos y se socavan los principios democráticos, está llevando al país a una situación de caos y desconfianza, agravando la crisis y amenazando la estabilidad y el bienestar del país». Los coletazos de la asonada continuarán. Lejos de una tregua en el espacio masista, la lucha interna se intensificará.
Parte de la disputa es por la siglas del Movimiento al Socialismo (MAS), un partido de movimientos sociales que mostró, en 2020, su capacidad de movilización electoral incluso en contextos difíciles como el que vivió bajo el gobierno de Áñez -y del ministro de Gobierno Arturo Murillo, luego detenido en Estados Unidos por corrupción-: se han judicializado los congresos de cada ala, con miras a 2025, año del bicentenario boliviano.
La debilidad de la oposición, que quedó asociada al gobierno autoritario, ineficiente y marcado por la corrupción de Jeanine Áñez, y tiene grandes dificultades para encontrar nuevas figuras, atiza la «ch’ampa guerra» entre evistas y arcistas, que piensan el poder como una disputa «interna». Pero en medio de la volatilidad electoral regional y global, esta visión entraña un riesgo, incluso si consideramos que la base electoral alrededor del MAS sigue siendo fuerte y que la experiencia de Áñez funciona como una «dosis de recuerdo» para los movimientos sociales e indígenas.
Aun es pronto para saber cómo impactará el putsch fallido en las relaciones de fuerza en el interior del espacio del MAS (que hoy ya no existe como partido unificado). Tras superar el desafío del grupo militar sublevado, Arce se enfrenta ahora al fuego político cruzado de evistas y opositores, que ya comenzaron a hablar de «show político» para tratar de devaluar el capital político que el presidente podría conseguir por el apoyo nacional e internacional a las instituciones y la vigencia de la democracia, y su decisión de increpar cara a cara al «general golpista».
La tensión había ido escalando luego de que el general Zúñiga se refiriera a la imposibilidad del ex-presidente Evo Morales de volver a presentarse a las elecciones presidenciales (Nota CENAE: ¿Acaso verdadero objetivo del 'intento golpista') y respondiera a varias de sus acusaciones tildándolo de «mitómano». En una entrevista con el programa local No Mentirás del 24 de junio, el jefe castrense dijo que «legalmente Evo Morales está inhabilitado. La CPE [Constitución Política del Estado] dice que no puede ser más de dos gestiones, y el señor fue reelegido. El Ejército y las Fuerzas Armadas tienen la misión de hacer respetar y cumplir la CPE. Ese señor no puede volver a ser presidente de este país».
Zúñiga se refería a un polémico fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) que, en una sentencia sobre otra cuestión, incluyó una forzada interpretación de la Constitución de 2009 que dejaría afuera de la carrera presidencial al tres veces presidente. La Constitución señala que solo son posibles dos mandatos consecutivos, pero el tribunal «interpretó» que son dos en total -consecutivos o no-, lo que fue presentado por Morales como un intento de proscripción política por parte de la «derecha endógena», en el marco de lo que denominó un «plan negro» para sacarlo del juego político, orquestado, según él, por los ministros de Justicia, Iván Lima, y de Gobierno, Eduardo del Castillo.
Las declaraciones amenazantes de Zúñiga, nombrado comandante del Ejército a fines de 2022 por el presidente Luis Arce Catacora, enervaron al ex-presidente y al evismo, que comenzó a hablar de un «autogolpe» en ciernes. «El tipo de amenazas hechas por el comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga, nunca se dieron en democracia. Si no son desautorizadas por el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas [Luis Arce] se comprobará que lo que en verdad están organizando es un autogolpe», denunció Morales en su cuenta de X, desde donde critica a diario al gobierno de Arce, al que considera un traidor al llamado «Proceso de cambio».
Pero no fue solo el ex-presidente. Las amenazas de Zúñiga violaban los reglamentos militares y la Constitución, lo que explica la decisión de Arce de destituirlo. Pero esto fue considerado por el jefe militar como una expresión de «desprecio» pese a su lealtad al presidente. El miércoles, 26 de junio, según informó el diario El Deber, fue citado para ser relevado formalmente, pero llegó a la Plaza Murillo con blindados y soldados encapuchados. Y el país asistió a un general actuando como «movimiento social», lo que en los hechos constituye un golpe de Estado, increpando cara a cara al presidente Arce tras ingresar por la fuerza al Palacio Quemado, mientras los colaboradores del presidente le gritaban golpista y le exigían a gritos que retirara a los uniformados.
El aislamiento de Zúñiga, sin apoyo político ni social, explica posiblemente su intento de darle un contenido político a su rebelión: dijo que iba a liberar a «presos políticos» como la ex-presidenta Jeanine Áñez y el ex-gobernador de Santa Cruz Fernando Camacho y que iba a restaurar la democracia. «Una elite se ha hecho cargo del país, vándalos que han destruido al país», arengó a las puertas de su vehículo blindado, frente al Palacio Quemado y el Parlamento. Su argumento de que «las Fuerzas Armadas pretenden reestructurar la democracia, [para] que sea una verdadera democracia, no de unos dueños que ya están 30 y 40 años en el poder» cayó en saco roto. La reacción interna y externa fue contundente. Hasta opositores actualmente en prisión como Áñez y Camacho condenaron la acción militar. También lo hicieron los ex-presidentes Carlos D. Mesa y Jorge «Tuto» Quiroga. Fuera del país, mandatarios de diverso signo ideológico -salvo el argentino Javier Milei, que lo dejó en manos de su canciller- llamaron a defender las instituciones y condenaron a los sublevados.
Entretanto, organizaciones matrices como la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) o la Central Obrera Boliviana (COB), al igual que Evo Morales, que sigue siendo el líder de los sindicatos de cultivadores de coca del Chapare en Cochabamba (tiene allí sus oficinas y su emprendimiento de piscicultura), convocaron a la huelga general, el bloqueo de caminos y una gran marcha hacia La Paz.
Arce, por su lado, dio un breve discurso, llamando también a la movilización, en medio de conatos de enfrentamientos en la Plaza Murillo, donde los manifestantes eran expulsados con gases lacrimógenos. Y se dispuso a nombrar un nuevo mando militar en las tres fuerzas.
Sin rebelión en los cuarteles militares ni policiales, la cuerda de Zúñiga para mantener el levantamiento y lograr quedarse en su puesto por la fuerza se iba acabando. Involucrado en al menos un caso de desvío de fondos -del pago del bono Juancito Pinto, en manos de militares- durante el gobierno de Evo Morales, y sin un gran desempeño en su carrera, este militar era considerado muy cercano a Arce y parece haber reaccionado de manera impulsiva. Su retirada de la Plaza Murillo se pareció a una desbandada, con manifestantes persiguiendo a los soldados rezagados.
Tras ser detenido, junto al vicealmirante Juan Arnez, ex-comandante de la Armada, Zúñiga dijo que había actuado por orden del presidente: «El presidente [Arce] me dijo la 'situación está muy jodida, es necesario preparar algo para levantar mi popularidad'». Eso dejó una granada activada para los próximos días. La idea de un autogolpe stricto sensu parece desmentida por el propio hilo de los acontecimientos -¿cuál era exactamente el plan?-, que se parecen más a una sucesión de hechos descarrilados en el marco de una fuerte erosión de la institucionalidad -y de la gestión del oficialismo-, producto en gran medida del enfrentamiento en el interior del MAS.
Luego de su vuelta al poder en diciembre de 2020 de la mano de Luis Arce, el candidato elegido por Morales desde su exilio en Argentina, las relaciones entre el ex-presidente y su ministro de economía durante más de una década se desgastaron rápidamente y terminaron en una disputa abierta por el poder. Arce, quien al parecer se había comprometido a no competir por la reelección en 2025, decidió luego que sí buscará un segundo mandato; y Evo Morales, que intentó una reelección tras otra, sin reparar en la letra y el espíritu de la nueva Carta Magna, considera que fue destituido por un golpe de Estado en 2019 y que tiene el derecho de competir nuevamente por la presidencia. Esa disputa tiene paralizada a la Asamblea Legislativa, en un contexto económico que hoy tiene poco que ver con los años del auge económico pre-2019.
La escasez de dólares y combustibles deja ver un agotamiento del modelo aplicado desde 2006, cuando Evo Morales fue elegido como el primer presidente indígena de Bolivia y, en medio de una espectacular épica política, dio inicio a la «Revolución democrática y cultural», que en el plano económico desplegó un «populismo prudente» muy pendiente de no aumentar el déficit fiscal y acumular reservas de divisas récord en el Banco Central.
El propio Arce reconoció hace poco que la situación del diésel era «patética» y ordenó la militarización del sistema de provisión de combustibles, con el objetivo de evitar el contrabando a los países vecinos de diésel subsidiado por el Estado boliviano. La crisis económica afecta muy especialmente a Arce, quien, sin gran carisma, construyó su legitimidad como el ministro del «milagro económico». En el plano político, la pinza entre el Poder Ejecutivo y el Judicial ha debilitado al Poder Legislativo, cuya mayoría se divide también en arcistas y evistas, y cada bando acusa al otro de «hacerle el juego a la derecha». También se han prolongado los mandatos de las autoridades judiciales, lo que es denunciado a diario por los evistas.
El presidente del senado, Andrónico Rodríguez, un sindicalista cocalero formado por Evo Morales como una suerte de sucesor, tuiteó tras el repliegue de los militares: «De magistrados autoprorrogados a un supuesto golpe o autogolpe, el pueblo boliviano se hunde en la incertidumbre. Este desorden institucional, donde las autoridades extienden ilegalmente sus mandatos y se socavan los principios democráticos, está llevando al país a una situación de caos y desconfianza, agravando la crisis y amenazando la estabilidad y el bienestar del país». Los coletazos de la asonada continuarán. Lejos de una tregua en el espacio masista, la lucha interna se intensificará.
Parte de la disputa es por la siglas del Movimiento al Socialismo (MAS), un partido de movimientos sociales que mostró, en 2020, su capacidad de movilización electoral incluso en contextos difíciles como el que vivió bajo el gobierno de Áñez -y del ministro de Gobierno Arturo Murillo, luego detenido en Estados Unidos por corrupción-: se han judicializado los congresos de cada ala, con miras a 2025, año del bicentenario boliviano.
La debilidad de la oposición, que quedó asociada al gobierno autoritario, ineficiente y marcado por la corrupción de Jeanine Áñez, y tiene grandes dificultades para encontrar nuevas figuras, atiza la «ch’ampa guerra» entre evistas y arcistas, que piensan el poder como una disputa «interna». Pero en medio de la volatilidad electoral regional y global, esta visión entraña un riesgo, incluso si consideramos que la base electoral alrededor del MAS sigue siendo fuerte y que la experiencia de Áñez funciona como una «dosis de recuerdo» para los movimientos sociales e indígenas.
Aun es pronto para saber cómo impactará el putsch fallido en las relaciones de fuerza en el interior del espacio del MAS (que hoy ya no existe como partido unificado). Tras superar el desafío del grupo militar sublevado, Arce se enfrenta ahora al fuego político cruzado de evistas y opositores, que ya comenzaron a hablar de «show político» para tratar de devaluar el capital político que el presidente podría conseguir por el apoyo nacional e internacional a las instituciones y la vigencia de la democracia, y su decisión de increpar cara a cara al «general golpista».
Nota CENAE: Por favor déjeme darle un golpe de Estado 🤣😜🤭
Notas relacionadas:
"Mis primeras impresiones después de esta noche de insomnio. El intento de golpe militar de ayer en Bolivia fue muy extraño, improvisado y condenado al fracaso desde el principio. Si se realizara un concurso mundial de golpes de Estado mal preparados, este sería el ganador. Los militares sublevados no hicieron prácticamente nada para tomar el poder. Las viejas generaciones de bolivianos, que entienden de golpes de Estado, pueden comparar fácilmente los sangrientos "pronunciamientos" del pasado con la pantomima golpista actual."
"De ahí que no sea casual la convocatoria que hizo la cancillería boliviana, el mismo día lunes 24, a la Encargada de Negocios de la Embajada de EEUU, en La Paz, Debra Hevia, reclamándole la participación “indebida” del personal diplomático estadounidense en la generación de una atmósfera de desestabilización del país.
Apuntamos que la mencionada funcionaria estadounidense es caracterizada, por fuentes solventes, como una experta en procesos desestabilizadores manufacturados por Washington. Hizo escuela teórica en el Centro de Operaciones del Departamento de Estado (DOS) y trabajo de campo en países como Nicaragua, donde formó parte de las redes que fracasaron en el intento de derrocamiento de Daniel Ortega."
Apuntamos que la mencionada funcionaria estadounidense es caracterizada, por fuentes solventes, como una experta en procesos desestabilizadores manufacturados por Washington. Hizo escuela teórica en el Centro de Operaciones del Departamento de Estado (DOS) y trabajo de campo en países como Nicaragua, donde formó parte de las redes que fracasaron en el intento de derrocamiento de Daniel Ortega."
"Descartar casualmente todo como un complot de la CIA pasa por alto los problemas preexistentes que precedieron a este dramático evento y simplifica excesivamente dinámicas complejas."
"El pasado domingo, Morales había acusado por su parte a Zúñiga de ser el jefe del grupo militar Pachajcho, encargado de “un plan oscuro” para eliminar tanto a él como a sus colaboradores, como lo demuestran algunos vídeos y audios en su poder. Pese a haber llamado a movilizarse a las organizaciones progresistas, Evo y sus seguidores creen que el intento de golpe es en realidad un espectáculo organizado por Arce para encubrir la compleja situación de crisis en la que se encuentra el país, que recientemente estalló con la falta de combustible; y, sobre todo, para encubrir la gigantesca corrupción que habría transformado la administración pública en un agujero negro de nepotismo y prebendas.·
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28 de junio de 2024
1 de julio de 2024
Evo Morales y Javier Milei hacen extraños compañeros de cama en el drama golpista de Bolivia
Andrew Korybko
Morales y Milei representan a la extrema izquierda y la extrema derecha respectivamente, sin embargo, cada uno de ellos concluyó de forma independiente que el ex general boliviano Zúñiga estaba diciendo la verdad la semana pasada cuando afirmó que el presidente Arce le pidió que organizara un golpe de estado falso.
El ex presidente boliviano Evo Morales y el actual presidente argentino Javier Milei, que representan a la extrema izquierda y la extrema derecha respectivamente, han salido a acusar oficialmente al actual presidente boliviano, Luis Arce, de falsificar el fallido intento de golpe de la semana pasada. El general Juan José Zúñiga había afirmado anteriormente que Arce le pidió que montara algún drama político para aumentar su popularidad en medio de tensiones intraizquierdistas con Morales y una crisis económico-financiera que empeoraba rápidamente, pero inicialmente no se consideró creíble.
Sin embargo, considerando que dos figuras populares en lados opuestos del espectro político acaban de convertirse en extraños compañeros de cama, ahora hay motivos para reconsiderar lo que afirmó Zúñiga y preguntarse si Arce realmente orquestó este extraño intento de golpe que no tenía ninguno de los rastros habituales de la CIA. Después de todo, Morales y Milei tienen visiones del mundo completamente diferentes, sin embargo, cada uno llegó de forma independiente a la conclusión de que Zúñiga estaba diciendo la verdad.
También podría haber cierto oportunismo político en juego, ya que Morales tiene interés en desacreditar a Arce mientras compite por convertirse en el candidato del partido de izquierda gobernante durante las elecciones del próximo año a pesar de los obstáculos legales, mientras que Milei odia a todos los socialistas sin importar cuán moderados sean. Sin embargo, la óptica de estos dos saliendo y acusando a Arce de dar un “autogolpe” es poderosa, y ciertamente hará que los observadores piensen más profundamente sobre esta teoría.
En el caso de que hubiera algo de verdad en ello, Arce podría haber pensado que aumentaría su popularidad frente a Morales y al mismo tiempo distraería la atención de la actual crisis económico-financiera, la última de la cual podría haber pensado que podría tergiversar, en relación con el presunto golpe de estado. La CIA tiene una larga historia de intromisión en Bolivia por lo que se habrían construido las bases después de ese fallido cambio de régimen para acusarla de haber supuestamente librado una guerra económico-financiera contra Bolivia antes de tiempo.
En este punto, es imposible decir qué sucedió realmente, ya que cada lado del debate tiene argumentos convincentes a su favor, aunque eso no significa que no se pueda presentar un pronóstico general. Las consecuencias de que Morales acuse a Arce de preparar un golpe falso exacerbarán la rivalidad entre esos dos y ampliarán aún más la división intraizquierdista antes de las elecciones presidenciales del próximo año. Es imprevisible que se reconcilien después de esto y sus partidarios ahora probablemente se conviertan en feroces enemigos entre sí.
Dependiendo de cómo se desarrollen las tensiones entre ellos en el futuro próximo, Arce podría depender de los militares para reprimir a los partidarios de Morales, especialmente si organizan protestas a nivel nacional que cierren carreteras principales y empeoren la ya difícil crisis económico-financiera del país. Dicho esto, no se puede dar por sentado que los militares históricamente alineados con Estados Unidos seguirán siendo leales a Arce, existiendo la posibilidad de que algunos miembros de alto rango se sientan profundamente ofendidos porque supuestamente orquestó un golpe falso con Zúñiga.
Su institución parece más débil que nunca y fue humillada después de que Zúñiga obedeciera las exigencias de Arce de abandonar el palacio presidencial. Si sienten que se ha vuelto más vulnerable que antes después de lo que acaba de suceder, en gran parte debido a la creciente división intraizquierdista, entonces podrían dar un golpe de estado real para derrocarlo. En ese caso, muy bien podrían confabularse con la CIA, y no se puede descartar que también busquen el apoyo de Milei debido a su alineación ideológica antisocialista.
En cuanto al líder argentino, no quiere ni a Arce ni a Morales en el poder de al lado, además también tiene razones políticas interesadas para apoyar cualquier golpe contra ellos (aunque sólo sea después, manteniendo abiertos los corredores comerciales si el izquierdista Brasil los bloquea como castigo) para distraer la atención de los problemas domésticos. Milei también podría calcular que le estaría haciendo a Occidente un gran favor que luego podrían devolver de alguna manera que ayude a aliviar la propia crisis económico-financiera de Argentina.
Con estas variables en mente, hay razones para esperar que Bolivia siga sumida en una crisis multilateral que está a punto de intensificarse a medida que el país se acerca a las elecciones presidenciales del próximo año. Arce tendrá que lidiar con un Morales casi literalmente rebelde y además manejar la desconfianza de los militares, sin mencionar garantizar que la crisis económico-financiera no se salga de control. Cada una de estas tareas es extremadamente difícil por sí sola, y mucho menos en conjunto, y es posible que él no pueda llevarla a cabo.
Sin embargo, considerando que dos figuras populares en lados opuestos del espectro político acaban de convertirse en extraños compañeros de cama, ahora hay motivos para reconsiderar lo que afirmó Zúñiga y preguntarse si Arce realmente orquestó este extraño intento de golpe que no tenía ninguno de los rastros habituales de la CIA. Después de todo, Morales y Milei tienen visiones del mundo completamente diferentes, sin embargo, cada uno llegó de forma independiente a la conclusión de que Zúñiga estaba diciendo la verdad.
También podría haber cierto oportunismo político en juego, ya que Morales tiene interés en desacreditar a Arce mientras compite por convertirse en el candidato del partido de izquierda gobernante durante las elecciones del próximo año a pesar de los obstáculos legales, mientras que Milei odia a todos los socialistas sin importar cuán moderados sean. Sin embargo, la óptica de estos dos saliendo y acusando a Arce de dar un “autogolpe” es poderosa, y ciertamente hará que los observadores piensen más profundamente sobre esta teoría.
En el caso de que hubiera algo de verdad en ello, Arce podría haber pensado que aumentaría su popularidad frente a Morales y al mismo tiempo distraería la atención de la actual crisis económico-financiera, la última de la cual podría haber pensado que podría tergiversar, en relación con el presunto golpe de estado. La CIA tiene una larga historia de intromisión en Bolivia por lo que se habrían construido las bases después de ese fallido cambio de régimen para acusarla de haber supuestamente librado una guerra económico-financiera contra Bolivia antes de tiempo.
En este punto, es imposible decir qué sucedió realmente, ya que cada lado del debate tiene argumentos convincentes a su favor, aunque eso no significa que no se pueda presentar un pronóstico general. Las consecuencias de que Morales acuse a Arce de preparar un golpe falso exacerbarán la rivalidad entre esos dos y ampliarán aún más la división intraizquierdista antes de las elecciones presidenciales del próximo año. Es imprevisible que se reconcilien después de esto y sus partidarios ahora probablemente se conviertan en feroces enemigos entre sí.
Dependiendo de cómo se desarrollen las tensiones entre ellos en el futuro próximo, Arce podría depender de los militares para reprimir a los partidarios de Morales, especialmente si organizan protestas a nivel nacional que cierren carreteras principales y empeoren la ya difícil crisis económico-financiera del país. Dicho esto, no se puede dar por sentado que los militares históricamente alineados con Estados Unidos seguirán siendo leales a Arce, existiendo la posibilidad de que algunos miembros de alto rango se sientan profundamente ofendidos porque supuestamente orquestó un golpe falso con Zúñiga.
Su institución parece más débil que nunca y fue humillada después de que Zúñiga obedeciera las exigencias de Arce de abandonar el palacio presidencial. Si sienten que se ha vuelto más vulnerable que antes después de lo que acaba de suceder, en gran parte debido a la creciente división intraizquierdista, entonces podrían dar un golpe de estado real para derrocarlo. En ese caso, muy bien podrían confabularse con la CIA, y no se puede descartar que también busquen el apoyo de Milei debido a su alineación ideológica antisocialista.
En cuanto al líder argentino, no quiere ni a Arce ni a Morales en el poder de al lado, además también tiene razones políticas interesadas para apoyar cualquier golpe contra ellos (aunque sólo sea después, manteniendo abiertos los corredores comerciales si el izquierdista Brasil los bloquea como castigo) para distraer la atención de los problemas domésticos. Milei también podría calcular que le estaría haciendo a Occidente un gran favor que luego podrían devolver de alguna manera que ayude a aliviar la propia crisis económico-financiera de Argentina.
Con estas variables en mente, hay razones para esperar que Bolivia siga sumida en una crisis multilateral que está a punto de intensificarse a medida que el país se acerca a las elecciones presidenciales del próximo año. Arce tendrá que lidiar con un Morales casi literalmente rebelde y además manejar la desconfianza de los militares, sin mencionar garantizar que la crisis económico-financiera no se salga de control. Cada una de estas tareas es extremadamente difícil por sí sola, y mucho menos en conjunto, y es posible que él no pueda llevarla a cabo.
El gobierno de La Paz ha denunciado “un negacionismo inaceptable” por parte de la oficina del presidente argentino, que puso en duda el domingo que los militares intentasen realmente derrocar el Ejecutivo.
(...)
La Presidencia argentina habló de “falsa denuncia de golpe de Estado” y consideró “poco creíbles” los hechos, en un contundente comunicado que se ha sumado a las dudas expresadas también este mismo domingo por el ex mandatario boliviano Evo Morales y de las que no se han presentado pruebas.
(...)
La posición argentina
El portavoz del Ejecutivo argentino, Manuel Adorni, justificó sin embargo la versión de Buenos Aires, alegando que inicialmente optaron por la “cautela” a la hora de valorar lo ocurrido en La Paz y que sólo cuando tuvieron más datos optaron por un pronunciamiento de este calado.
Adorni dijo en rueda de prensa que no prevé “absolutamente ningún conflicto” con el Gobierno de Bolivia, ya que la parte argentina “simplemente” hace “una descripción de los hechos”, a partir de las informaciones que se han ido recopilando en estos últimos días. Ha sugerido que parte de estas informaciones no serían públicas.
La Presidencia argentina habló de “falsa denuncia de golpe de Estado” y consideró “poco creíbles” los hechos, en un contundente comunicado que se ha sumado a las dudas expresadas también este mismo domingo por el ex mandatario boliviano Evo Morales y de las que no se han presentado pruebas.
(...)
La posición argentina
El portavoz del Ejecutivo argentino, Manuel Adorni, justificó sin embargo la versión de Buenos Aires, alegando que inicialmente optaron por la “cautela” a la hora de valorar lo ocurrido en La Paz y que sólo cuando tuvieron más datos optaron por un pronunciamiento de este calado.
Adorni dijo en rueda de prensa que no prevé “absolutamente ningún conflicto” con el Gobierno de Bolivia, ya que la parte argentina “simplemente” hace “una descripción de los hechos”, a partir de las informaciones que se han ido recopilando en estos últimos días. Ha sugerido que parte de estas informaciones no serían públicas.
Evo Morales acusa a Luis Arce de organizar el golpe de Estado en Bolivia
"El presidente Luis Arce engañó y mintió al pueblo boliviano y al mundo. Es lamentable que se use un tema tan sensible como la denuncia de un golpe. Debo pedir disculpas a la comunidad internacional por la alarma generada y agradecer por su solidaridad con nuestro país. Es importante que una investigación completa e independiente demuestre la verdad de este hecho". El presidente de Bolivia le respondió con unas duras palabras: "Evo Morales, ¡no te equivoques una vez más! Claramente lo que ocurrió el 26 de junio fue un golpe militar fallido en Bolivia. ¡No te pongas del lado del fascismo que niega lo ocurrido! Los responsables que buscaron tomar el poder por las armas, están siendo procesados y serán juzgados, como fue el caso de los golpistas de 2019". |
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Bolivia, golpe militar y autogolpe político
Marcelo Caruso Azcárate
El golpe de Estado clásico lo intentaron militares promovidos desde afuera y desde adentro. El autogolpe es el que genera la división interna del MAS, debilita al gobierno progresista y de izquierda y permite que sus diferencias sean aprovechadas por los sectores de ultraderecha.
Un golpe largamente preparado por exmilitares y civiles que contaba con el apoyo de quienes, como la generala Richardson del Comando Sur de Estados Unidos, consideran un problema de seguridad nacional el control del mayor yacimiento de Litio y tierras raras en el mundo, dada su importancia en la disputa por la hegemonía del nuevo orden mundial. Conspiración que se aceleró por varios detonantes: en lo inmediato, por la decisión del presidente Arce de anunciar a los 3 comandantes de las fuerzas armadas su inmimente cese de funciones. Esto implicó que, si bien se cumplió el acuartelamiento general, no llegaran a tiempo los carros blindados esperados para rodear la casa de gobierno; unos por la premura y las distancias y otros por no estar de acuerdo con la aventura. Y en esto influyó mucho el rápido y espontaneo apoyo popular, algo que no había sucedido con el golpe de 2019.
Si bien fracasó el intento de derrocar al gobierno, su intención política de dividir definitivamente al partido de gobierno -MAS, al parecer logró su objetivo, pues los mayores impulsores de la absurda campaña mediática que hablan de un posible autogolpe fueron parlamentarios del bloque de Evo Morales, quien hoy se burla de un golpe sin muertos ni heridos. Muchos han sido los esfuerzos de presidentes y expresidentes progresistas y de izquierda por detener esa división, y cuando se esperaba se concretara el acuerdo en un congreso unitario que definiera la futura candidatura presidencial, lanzan este golpe para abortarla. Creían que la crisis económica, agudizada desde el Congreso, y la división política del movimiento social, paralizarían la respuesta popular en La Paz; pero, otra vez, los pueblos demostraron más sabiduría que sus dirigentes, y el llamado de la Central Obrera a la Huelga General y el bloqueo de carreteras y cuarteles por las comunidades campesinas e indígenas, hicieron dudar a muchos de los mandos intermedios. Priorizar a quienes se la jugaron por defender el proceso democrático deberá ser parte de la contraofensiva política y social.
Existen otros antecedentes recientes que marcan posibles causas ocultas. En primer lugar, el viaje del presidente Arce a Moscú, donde se acuerda el apoyo decidido de Rusia por medio de la venta barata de combustibles -escasos- que, de seguir el modelo acordado recientemente con Cuba, implicaría operaciones por fuera del sistema Swift basado en el dolar, también escazo en Bolivia. A esto se agrega un llamado a reunión por la cancillería a la representante del gobierno de EEUU, en el que, según trascendidos, se le presentaron sustentadas quejas por sus ingerencias en los asuntos internos de Bolivia.
Y como cierre del fracaso, la audacia de Arce y su gabinete de enfrentar al que se hacía llamar “el general del pueblo” y poner a dudar a los otros dos altos mandos que lo acompañaban. Con el resultado que, sin buscarlo, sale fortalecido en el imaginario popular, lo cual deberán aprovechar para moverse en los territorios promoviendo el fortalecimiento de las comunidades, en un escenario incierto donde el golpismo no ha acabado y las conspiraciones para adelantar elecciones también continuan. Será importante la decisión de llamar a la unidad desde las bases de los sectores que hoy todavía conforman el MAS y su agrupamiento en un gran Parlamento Social que, a semejanza del que funcionó durante el gobierno de J. J. Torres, realice un contrapeso popular frente a las ostilidades de un Congreso regresivo. La urgencia es abrir un proceso unitario de reflexiones críticas y autocríticas, liderado por quienes han creido y apoyado todas las experiencias de gobierno del MAS. Cualquier similitud con Colombia es pura casualidad.
Un golpe largamente preparado por exmilitares y civiles que contaba con el apoyo de quienes, como la generala Richardson del Comando Sur de Estados Unidos, consideran un problema de seguridad nacional el control del mayor yacimiento de Litio y tierras raras en el mundo, dada su importancia en la disputa por la hegemonía del nuevo orden mundial. Conspiración que se aceleró por varios detonantes: en lo inmediato, por la decisión del presidente Arce de anunciar a los 3 comandantes de las fuerzas armadas su inmimente cese de funciones. Esto implicó que, si bien se cumplió el acuartelamiento general, no llegaran a tiempo los carros blindados esperados para rodear la casa de gobierno; unos por la premura y las distancias y otros por no estar de acuerdo con la aventura. Y en esto influyó mucho el rápido y espontaneo apoyo popular, algo que no había sucedido con el golpe de 2019.
Si bien fracasó el intento de derrocar al gobierno, su intención política de dividir definitivamente al partido de gobierno -MAS, al parecer logró su objetivo, pues los mayores impulsores de la absurda campaña mediática que hablan de un posible autogolpe fueron parlamentarios del bloque de Evo Morales, quien hoy se burla de un golpe sin muertos ni heridos. Muchos han sido los esfuerzos de presidentes y expresidentes progresistas y de izquierda por detener esa división, y cuando se esperaba se concretara el acuerdo en un congreso unitario que definiera la futura candidatura presidencial, lanzan este golpe para abortarla. Creían que la crisis económica, agudizada desde el Congreso, y la división política del movimiento social, paralizarían la respuesta popular en La Paz; pero, otra vez, los pueblos demostraron más sabiduría que sus dirigentes, y el llamado de la Central Obrera a la Huelga General y el bloqueo de carreteras y cuarteles por las comunidades campesinas e indígenas, hicieron dudar a muchos de los mandos intermedios. Priorizar a quienes se la jugaron por defender el proceso democrático deberá ser parte de la contraofensiva política y social.
Existen otros antecedentes recientes que marcan posibles causas ocultas. En primer lugar, el viaje del presidente Arce a Moscú, donde se acuerda el apoyo decidido de Rusia por medio de la venta barata de combustibles -escasos- que, de seguir el modelo acordado recientemente con Cuba, implicaría operaciones por fuera del sistema Swift basado en el dolar, también escazo en Bolivia. A esto se agrega un llamado a reunión por la cancillería a la representante del gobierno de EEUU, en el que, según trascendidos, se le presentaron sustentadas quejas por sus ingerencias en los asuntos internos de Bolivia.
Y como cierre del fracaso, la audacia de Arce y su gabinete de enfrentar al que se hacía llamar “el general del pueblo” y poner a dudar a los otros dos altos mandos que lo acompañaban. Con el resultado que, sin buscarlo, sale fortalecido en el imaginario popular, lo cual deberán aprovechar para moverse en los territorios promoviendo el fortalecimiento de las comunidades, en un escenario incierto donde el golpismo no ha acabado y las conspiraciones para adelantar elecciones también continuan. Será importante la decisión de llamar a la unidad desde las bases de los sectores que hoy todavía conforman el MAS y su agrupamiento en un gran Parlamento Social que, a semejanza del que funcionó durante el gobierno de J. J. Torres, realice un contrapeso popular frente a las ostilidades de un Congreso regresivo. La urgencia es abrir un proceso unitario de reflexiones críticas y autocríticas, liderado por quienes han creido y apoyado todas las experiencias de gobierno del MAS. Cualquier similitud con Colombia es pura casualidad.
Bolivia rechaza las "inamistosas" declaraciones de Argentina tras la intentona golpista
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia rechaza "enérgicamente las inamistosas y temerarias declaraciones vertidas por la Oficina del Presidente de la República Argentina, en su comunicado de fecha 30 de junio, en referencia al golpe de Estado militar fallido ocurrido el 26 de junio de 2024", comunicó el organismo.
https://es-rt.com/JbXC
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia rechaza "enérgicamente las inamistosas y temerarias declaraciones vertidas por la Oficina del Presidente de la República Argentina, en su comunicado de fecha 30 de junio, en referencia al golpe de Estado militar fallido ocurrido el 26 de junio de 2024", comunicó el organismo.
https://es-rt.com/JbXC